
Las durezas, las grietas, las uñas engrosadas, sumados a situaciones de calor y humedad, son las puertas más comunes por las que entran muchos microorganismos que pueden producir muchas molestias en los pies.
Los callos comienzan como una simple dureza, como mecanismo de defensa de la piel, ante el roce continuado del calzado o por la presión continua al ser un punto habitual de apoyo.
Las limas, piedra pómez, raspadores o cortacallos son ideales para eliminar las capas superficiales de piel seca hasta llegar a la piel sana.
Algunos remedios químicos, como el ácido salicílico, funcionan para quemar las células superficiales de la piel.
Los remedios caseros pueden ser: uso de bicarbonato de sodio mezclado con agua hasta formar una pasta, dejándolo actuar por 20 minutos; manzanilla, en forma de infusión para remojar el pie; ortiga, licuado hasta formar una pasta a poner en el callo; y/o cebolla o ajo con aceite, frotándola directamente sobre el callo.