
Comer o no comer insectos, es un debate de años. Durante el último tiempo, varios estudios recomendaron incluirlos en la dieta para combatir el hambre en el mundo. Ahora, más de 2.000 millones de personas comen insectos por la alta cantidad de proteínas y minerales que contienen. ¿Pero sabías que todos lo hacemos a diario sin darnos cuenta?
Aunque no lo creamos, comemos insectos cada día. “Los consumimos de manera rutinaria, en nuestra dieta, porque es casi imposible hacerlos desaparecer de las frutas, verduras, harinas…”, cuenta a Comer Javier Morallón, profesor de biología y experto en tecnología alimentaria.
“La agricultura no se da en un entorno aséptico. Cuanto más ecológica y libre de productos químicos es, más insectos contendrán los productos, aunque no los veamos”, escribía este especialista en un artículo sobre el tema en el Diario Sur. Según datos de Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos, se calcula que consumimos, sin darnos cuenta, entre 453 y 907 gramos de insectos al año.
“Este organismo marca unos límites sobre cuantos insectos pueden contener los alimentos”, cuenta Morallón. El brócoli congelado puede contener algunos pulgones o ácaros; el chocolate, exoesqueletos de insectos.
“227 mililitros de zumo de naranja pueden contener legalmente cinco moscas de la fruta y 100 gramos de espinacas congeladas, 50 ácaros, pulgones y un poco de oruga”.
Para el zumo de tomate el límite son cinco huevas de mosca y un gusano por cada vaso pequeño de zumo o 100 gramos. En las setas dan más libertad: 20 gusanos por cada 100 gramos de champiñones escurridos o por 15 de setas secas.
La pregunta es si hay riesgo de consumir estos insectos. “En absoluto. Nuestro sistema digestivo tiene muchos mecanismos de defensa y esos insectos suelen estar en alimentos procesados con tratamientos térmicos. Si hubiera cualquier posible riesgo de infección, en los tratamientos habría desaparecido”, explica Morallón.
Según estudios nutricionales sobre insectos, estos contienen hasta un 40 o 50% de proteínas, cifra muy elevada en comparación con la carne de ternera. Por ejemplo, un kilo de insectos tiene más materia alimenticia aprovechable que un kilo de pollo.