Jason Momoa es uno de los galanes más cotizados de la actualidad. Y es que para muchos resulta difícil resistirse a su talento y gran atractivo físico: mide 1.93 m de altura y su rostro está enmarcado por una misteriosa cicatriz.
Este último detalle que lo distingue, marcó un hito en su carrera y cambió para siempre la percepción que se tenía sobre él, en especial luego de participar en la popular serie de los 90, Baywatch.
La cicatriz de Jason Momoa no es una marca de nacimiento
Ahora con 42 años de edad, dos hijos y una inminente separación, el actor aparenta ser el chico más rudo del barrio, envuelto en el corazón tierno de un superhéroe ¡y todo gracias a un extraño incidente que vivió en un bar años atrás!
En una entrevista para Acces Hollywood, Momoa contó que la cicatriz surgió luego de una pelea: “Fue una locura. Un tipo rompió un vaso de cerveza en mi cara y recibí más de 140 puntos”, expresó.
Aunque en un principio pensó que su atacante estaba siendo iniciado en una pandilla o algún grupo criminal, el desafortunado encuentro le trajo grandes satisfacciones a futuro, brindándole la oportunidad de ganarse un espacio en la industria de Hollywood.
“Sí, esa cicatriz me ayudó a conseguir papeles y tiró por tierra mi apodo, ya que toda la vida me llamaron ‘niño bonito’ y bueno, digamos que ahora no es lo mío”, contó.
Desde entonces, la ruda transformación le ha permitido alcanzar papeles importantes, incluyendo Conan, Khal Drogo en Juego de Tronos, y el inigualable Aquaman en la historia homónima y la Liga de la Justicia. Vaya que es el ejemplo de que nada es tan malo como parece.